domingo, 19 de mayo de 2013

Pequeños placeres

Toda persona necesita de algún momento de gusto, de relax, de placer... en su vida. Después de tanto trabajar, estudiar, hacer ejercicio físico y eso, lo que más atrae a la gente es ir a casa, tumbarse en el sofá, y relajarse un rato ahí tirado. Podemos decir que escuchar música es otro de los vicios más generales de la población, la usan para pasar el rato, para desconectar de todo un poco, para recordar viejos momentos a través de alguna canción, o simplemente porque les gusta. A mí, personalmente, me gustan esas dos cosas que he mencionado, como a la mayoría, pero en realidad esos placeres son grandes placeres y más bien generales. Todos tenemos unos pequeños placeres que en ocasiones ni siquiera somos capaces de contárselos ni a nuestro mejor amigo. En mi caso, mis ratos libres los paso de muchas formas: jugando a la Xbox 360, haciendo deporte (fútbol, gimnasio...), viendo películas, trasteando el ordenador... pero mi pequeño gran placer es escuchar el sonido de la lluvia, las gotas caer. Sí, puede sonar raro, a parte de que no me gusta un día lluvioso (excepto cuando tengo que estudiar o no tengo planes), pero es que ese sonido de las gotas caer me produce una sensación de relajación y paz interior increíble.


Y es que irme a dormir un día lluvioso para mí es una sensación muy agradable, es cuando me percato de que la naturaleza está ahí y yo formo parte de ella, que lo que me separa del agua es un muro y un techo, que al abrir la ventana y sacar la mano me mojaré sin ninguna duda.
Además ese cielo gris de un día de lluvia personalmente me abre la mente, me hace imaginarme momentos que han señalado mi vida y personas que han dejado huella en ella.
Y las tormentas, los relámpagos, como no hablar de ellos. Hay gente a los que les da pánico, terror, fobia. A mí, a menos que sean unas tormentas excesivamente violentas, realzan mi tranquilidad. Esas tormentas es lo que hacen de un día de lluvia algo completo y mágico.


El gran problema de mi pequeño placer, como os habréis imaginado, es que no elijo yo cuando he de disfrutar esos momentos, sino la naturaleza, el tiempo. Es lo que hace mi pequeño placer aún más especial, no elijo yo cuando tomármelo, sino la madre naturaleza, por eso cada vez que ocurre estoy ahí, en mi casa, al lado de la ventana a ratos, viendo caer las gotas de lluvia, sí amigos, ese es mi pequeño placer.


lunes, 18 de febrero de 2013

B de Bernard y su máquina de intercambiar cuerpos


Un profesor universitario envejecido y feo llamado Gibb ha descubierto en la universidad una máquina de intercambio de cuerpos y quiere probarla con un chico llamado Steve, que cree que se va a beneficiar de capacidades y conocimientos de su profesor. Pero las intenciones de Gibbs son siniestras, puesto que quiere cambiar de mente con Steve para tener mejor apariencia y ser más joven. La cuenta de la operación se la quiere cargar a Steve, que si no paga puede entrar en prisión y todo, pero medita que si él se mete en su cuerpo tendría que pagarla él mismo, por lo cual tendría que atribuirla a su persona.

Analizando esta historia de transferencia de cuerpos, podemos recordar que ya Sócrates y Platón pensaban que cuerpo y alma estaban separados por tanto podían intercambiarse, lo contrario a lo que sucede con Aristóteles que tras reflexionar sobre las "esencias" de esos dos, llega a la conclusión que cuerpo y alma están unidos.

Esto pretende demostrar que la "identidad" realmente tiene más que ver con las características mentales que con las físicas. Si las cabinas, en lugar de enviar los atributos de Gibb a Steve, los dejasen intactos en el cuerpo original de Gibb, el pobre viejo sería doblemente desgraciado, pues acabaría arruinado física y económicamente tras el proceso.